miércoles, 11 de noviembre de 2009

Del orgullo ciego

I

Abandono la playa con su pálida espuma
dejándote sobre el lecho reluciente del sol,
y en una voz me despojo de mi soledad
agazapado entre tus caricias perdidas.

II

Sobre mi cabeza cuelgan del techo signos escritos
que dieron origen a nuestros primeros destellos.
el cielo me sostiene desde donde se enciende la luna.
La única fuerza disfrazada es mi necesidad de orgullo.

III

Podría gritar de pronto tu nombre, sin tregua ni respiros
para sentir tus besos de socorro y humedecer tus labios,
como una rebeldía vertiginosa que no se conforma
con verte solo en mi interior.

IV

Al azote sobre el lecho forjado de cimientos de flores,
saco de mi sombrero de copa una mano dorada,
que toma tu cuello y florecen de tus hombros lentejuelas
cayendo a la arena como rutilas gotas.

V

Nuestros cuerpos se frotan delicadamente la piel
produciéndose un silencio intemporal,
y nos consumimos en nuestra entera existencia.

VI

No era justo
que al final del día
siguiéramos simulando contemplar
a puño cerrado,
de reojo,
la punta reluciente del sol.